Tengo dos cuartos, uno más bonito que el otro. Uno es grande y el otro pequeño. En uno tengo más ropa que en el otro. Uno queda en el pueblo de La Unión Valle, y el otro en Pereira. Están separados por aproximadamente 63 kilómetros. En uno hay dos camas, en el otro tan solo una. Uno tiene combinaciones de colores blanco y verde claro, el otro solo blanco. Uno está decorado con muchos peluches de mi hermanita en el otro tan solo un osito que me regaló la novia. En uno vivo en una casa de un solo piso, en el otro en un edificio que en su cuarto piso me acerca más al cielo.
En La Unión Valle vivo en una hermosa casa, un cuarto con cuatro paredes, una ventana y una puerta. Ahí fue donde crecí, donde conocí a mis primeros amigos, donde trasnoché haciendo las tareas del colegio. Muchas veces acompañado por mi hermanita, jugando con ella a acampar con unas sábanas en la cama, soñando que estábamos en un hermoso campo. Un cuarto donde mis necesidades de ser libre e independiente siempre fueron otorgadas. Un hermoso techo con estrellas pintadas por mi hermanita. Un suelo que solía convertir en una pista de carreras para mis carritos. Ahora estoy en otro sitio.
En Pereira, tengo un cuarto más cerca del cielo, donde mis sueños son más fuertes. En una cama donde pienso y sueño qué hacer con mi futuro. Ahora ya soy universitario y espero obtener una beca y ser el mejor. Un techo blanco con un destello de luz blanca, me despierta y hace mi realidad más hermosa. Una fortaleza en la pared donde guardo mis vestimentas y tal vez lo más valioso, mi computador donde genero mis ideas y deseos. Una caja mágica que las personas normales llaman televisor, que me sirve para ver sitios que nunca había visto y al terminar mi día, entro en un sueño profundo como el de mis zapatos que se encuentran en el suelo esperando que su dueño los despierte.
